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dimanche 2 décembre 2007

Bienvenido entre los Humanos - ¿Es normal la angustia?


UN MIEDO SANO

El miedo es una emoción básica, necesaria a nuestra supervivencia. Es él que evalua en un décimo de segundos el peligro que corremos y nos dicta hacernos a un lado si un coche pudiera atropellarnos. Es él que nos vuelve prudentes y nos evita ponernos en situaciones en las cuales podríamos ser matados. Nos protege de lo que nos amenaza y constituye una parte esencial de nuestro instinto de supervivencia.

Siendo la salvaguardia de nuestra existencia, desarolla nuestras cualidades de atención y de discernimiento. Imaginemos que tuviésemos que avanzar en la oscuridad en un lugar que no conocemos: todo nuestro cuerpo estaría en alerta y sensible al menor ruido. El miedo moviliza nuestros recursos para enfrentarnos a una eventual adversidad. Organiza nuestra protección y elige en un guiño la actitud más adaptada.

Funcionamos de manera similar frente a peligros más psicológicos, como el riesgo de parecer ridículo, de ser criticado, de sentirnos mal. En estos casos también, el miedo nos da recursos increibles: la réplica viva, el sentido del humor, imaginación, creatividad...

ANGUSTIA Y ANSIEDAD

Sin embargo, a veces, la imaginación amplifica la realidad y tememos a acontecimientos que tienen poca probabilidad de producirse o que no justifican tal reacción. También se puede tener miedo sin saber porqué.

Al ser así, ya no hablamos de miedo pero de ansiedad o angustia (la ansiedad siendo una leve angustia). Decimos, en psicología, que la angustia y la ansiedad son miedos sin objeto.
Cuando una persona se siente angustiada muy a menudo o casi permanentemente, se trata de una neurosis de angustia y sería razonable consultar a un especialista. Cuando la angustia es muy fuerte y se traduce por manifestaciones extremas como una incapacidad a expresarse, temblores, taquicardia, sentimiento desesperado de infelicidad, ataques de pánico, también hay que consultar.

Las 5 realidades angustiosas.

La angustia no es únicamente una neurosis. También es un fenómeno humano normal. El mundo es incomprensible y peligroso. El ser humano es frágil. Se siente a menudo dramaticamente solo, limitado, decepcionante y debe hacer elecciones cuyas consecuencias pueden ser graves.

El hombre tiene inteligencia, conciencia y conocimiento. Lo paga caro: el precio es la angustia. Tenemos conciencia de realidades inevitables que son desagradables, que nos hacen vulnerables y miserables.

En última análisis, nos encontramos con cinco realidades inevitables a las cuales nos tropezamos constantemente. Llamanos estas raíces a nuestras angustias : los 5 apremios existenciales. Son la muerte, la soledad, la responsabilidad, lo absurdo, la imperfección. Vamos a examinarlos uno tras otro, observándoles fuera de toda enseñanza, fé, filosofía, religión.

La muerte

Que lo queramos o no, tendremos que morir. Muy jóvenes, estamos enfrentados a la muerte, a la muerte de animales, por ejemplo, pero también a la muerte de relaciones, al final de los momentos buenos, a la desaparición de cosas que queremos. Somos hechos de tal manera que soportamos dificilmente que lo que poseemos nos sea quitado. Las pérdidas, los duelos son dolorosos y angustiosos.

Algunas personas creen no temer la muerte: toman riesgos : son aventureros, toreadores, trapecistas o conducen como locos etc...Muchas veces, el supuesto valiente pone mucha energía en darse la ilusión de ser más fuerte que la muerte. Los niños hacen lo mismo cuando se identifican a personajes invencibles(Zorro, Superman...). Si nuestra sociedad desvalora la vejez, es porque nos pone en contacto con la insoportable muerte.

La soledad

Hay muchas maneras de darse la ilusión de no estar solos. Para no sentirse solos, algunas personas multiplican los encuentros, se rodean de mucha familia, hacen niños, toman animales, tienen la tele funcionando en permanencia, van al bar, a las discotecas...

A pesar de todo, podemos sentirnos solos en la muchedumbre, solos en familia, solos en pareja. Todos conocemos este sentimiento de estar cortados de los otros, de no ser queridos. Muchas veces también somos solos con nosotros mismos, cortados de quién somos y de lo que realmente deseamos.

La soledad existencial es la que perdura a pesar de relaciones satisfactorias. Es un zanja imposible de colmar entre sí mismo y el resto del mundo. Fundamentalmente, estamos solos cara a cara con nuestras emociones, con nuestro sufrimiento. Nuestro nacimiento y nuestra muerte, aunque acompañadas, son las experiencia más solitarias que tenemos que vivir.

La responsabilidad

Somos responsables porque somos libres. Claro, se trata de una libertad limitada por nuestras posibilidades físicas, intelectuales, sociales, por nuestras convicciones, nuestra educación. A cada momento de nuestra existencia, hacemos elecciones, pequeñas y grandes. Algunas pueden cambiar nuestro porvenir y el porvenir de otros. Somos responsables de cada una de nuestras elecciones. Esta libertad genera angustia. Tomamos el riesgo de consecuencias graves, el riesgo de equivocarnos, de fallar, de sentirnos culpables. Tan difícil es asumir su responsabilidad que mucha gente trata de culpar a otros:

“ es la culpa de los padres, de la pareja, del médico, de los vecinos...” Otras maneras utilizadas para huir sus responsabilidades es volverse dependiente de alguién o hacer “como todo el mundo”. Así, evitando elejir, creen reducir el riesgo de sentirse culpables.
Lo absurdo

El hombre necesita ideales. Necesita comprender, saber donde va, poder prever. Ahora bien, somos totalmente ignorantes de la razón por la cual vivimos en esta roca llamada “tierra” que vuelta a una velocidad tremenda alrededor del sol, siendo el mismo lanzado a toda marcha en un universo cuyas dimenciones son inimaginables. Ni las filosofías, ni las religiones, ni la ciencia han podido darnos una respuesta satisfactoria a la cuestion del sentido cósmico de la vida.

Respecto al sentido terrestre: “¿para qué vivimos, para qué sirve? ¿Venimos aquí para mejorarnos de encarnación en encarnación?, ¿Solo tenemos una vida para ganarnos la felicidad para siempre o quemar en infierno?, ¿tenemos una alma eterna que después de la muerte del cuerpo sigue trabajando en otros mundos?”

Es posible que la vida tenga un sentido. La verdad es que nadie lo conoce. Vivir en un mundo del cual no se sabe el sentido o la coherencia provoca una angustia comprensible. Creer en una teoría religiosa o filosófica es un apuesto, una fe, pero la mayoría de las veces, subsiste la duda y la angustia.

La imperfección

Desde mi nacimiento, me doy cuenta que el mundo es imperfecto. Paso sed, hambre, frío. Mis lloros y mis gritos no siempre me permiten obtener lo que necesito. Me doy cuenta que las personas son imperfectas. Me decepcionan: no son tan disponibles, tan pacientes y tan buenas como lo quisiera.

Crezco y me doy cuenta de algo peor : no soy perfecto y los otros me lo reprochan: “eso no está bién, cállate, no hagas esto, no hagas lo otro...” De verdad que soy imperfecto y muy limitado. No puedo hacerlo todo. No soy omnipotente. No soy el héroe de mis sueños. Decepciono mis propias esperanzas. No puedo confiar en mi mismo. Me siento terriblemente perdido y angustiado.

A veces los otros me parecen más fuertes que yo y siento celos y vergüenza. Puede ocurir que niegue estas emociones y que pretenda saberlo todo y ser el mejor. Intento demostrar mi perfección para no estar tan frustrado.

BIENVENIDO ENTRE LOS HUMANOS

A lo largo de su existencia, el hombre suele enfrentase a estas realidades, lo que le provoca un sentimiento de vacío y de desesperacíon. Es lo que hay. Negarlo sería mentir. Por varias razones, algunas personas son más sensibles que otras.

Se pueden aliviar estas angustias, aprender a manejarlas mejor y utilizarlas de manera constructiva. Habría muchísimas cosas que decir y no puedo abrir tal capítulo ahora que estoy concluiendo este artículo.

De momento, terminaré con este mensaje:

Cuando vivirás momentos de angustia, sepas que no eres anormal o maldito y trata de oir una voz amiga que te dice: “bienvenido entre los humanos”.

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